Yo nací a inicios de los años ochentas, por lo que crecí con la zozobra de no saber cuándo estallaría la próxima bomba de la guerra del narcotrafico. Pero esta vez, llevamos más de un mes en el que sabemos que los chicos salen a marchar y muchos no regresarán porque los están desapareciendo o los está matando, por salir a marchar, algo que resulta inexplicable en un país supuestamente democrático y que no tiene pena de muerte para ningún tipo de acto.
Trabajando con personas que han sido víctimas de perversos narcisistas he visto como sentir temor es algo que el abusado incorpora en su cotidianidad, al punto que ni se lo cuestiona, veo cómo se replica la relación de temor a la autoridad que tiene la víctima del narcisista, en la relación que ahora tenemos con este gobierno de Duque y lo que antes vivimos en la peor época del paramilitarismo. Tenemos que tener temor de hablar, porque el que lo haga (en una protesta) deberá asumir la posibilidad del castigo, así como el narcisista te castiga cuando dices algo que le incomoda o le señalas sus errores.
El narcisista suele aislar a sus víctimas, para que las personas externas no se acerquen tanto que puedan descubrir el abuso y alerten a las víctimas al punto de que se quieran ir, despertar o rebelarse. Podría decir que las miradas externas lo incomodan, hacen peligrar el vínculo abusivo, en otras palabras rescatarte. Nada muy alejado de lo que pasa hoy en Colombia, al gobierno no le conviene que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos venga a verificar el cumplimiento o violación de los derechos.
Me cuesta comprender a las personas que siguen defendiendo al gobierno a pesar de los evidentes abusos por parte las fuerzas armadas, de la falta de garantías que tenemos los ciudadanos, el crecimiento de la pobreza y el desempleo, que no son solamente consecuencia de la pandemia, son problemas que ya teníamos y se agudizaron, es un estado que sigue pensando que la solución es cobrar más impuestos, incumpliendo sus promesas de campaña (como lo hace el narcisista cuando quiere retomar la relación), en vez de pensar en solucionar de raíz la corrupción y excesivos gastos que implican sus funcionarios. Pero así como en la relación con el narcisista o el abusador, la solución siempre esta en que el abusado cambie, él esta bien y no tiene que cambiar.
Todo lo anterior, me ha llevado a preguntarme ¿Será que ya hemos normalizado el abuso? ¿Será que los colombianos que han sido víctimas de abuso en sus familias son los que hoy defienden al estado-padre abusador?
Esperemos que así como las víctimas del narcisismo logran darse cuenta en algún momento del abuso y salen del vínculo traumático, así los colombianos seamos capaces de darnos cuenta y dejar de elegir psicópatas, asimismo lleguemos a revisar cómo es que se elige a los miembros de la Policía Nacional, pues finalmente son personas que tienen acceso a las armas y el poder.